SEÚL (Reuters) - Corea del Sur está lista para responder a nuevas provocaciones de Corea del Norte, dijo el sábado la Casa Azul de la presidencia, de cara a un ultimátum que Pyongyang dio a Seúl para que detenga su propaganda durante el día o enfrentará acciones militares.
La tensión en la península de Corea ha aumentado después de un intercambio de disparos de artillería el jueves, lo que motivó a llamados a la calma de Naciones Unidas, Estados Unidos y China, el mayor aliado de Pyongyang.
Corea del Norte, que técnicamente aún está en guerra con el Sur después de que su conflicto entre 1950 y 1953 terminó con una tregua, no un tratado, ha declarado un "cuasi estado de guerra" en las zonas del frente y fijó un plazo límite a las 17.00 hora de Pyongyang (0830 GMT) para que Seúl detenga sus transmisiones a través de parlantes a lo largo de la frontera.
Corea del Sur dice que continuará las transmisiones a menos que el Norte acepte su responsabilidad por las explosiones de minas terrestres este mes en la Zona Desmilitarizada, que hirieron a dos soldados surcoreanos. Pyongyang niega que haya puesto las minas.
El viceministro de Defensa surcoreano, Baek Seung-joo, dijo el viernes que su Gobierno esperaba que Corea del Norte dispare contra alguno de los 11 sitios en los que Seúl ha puesto los parlantes.
Una fuente militar dijo el sábado a la agencia de noticias Yonhap de Corea del Sur que había señales de que el Ejército norcoreano se estaba preparando para atacar los parlantes, llevando artillería cerca de la frontera. El Ministerio de Defensa dijo que estaba revisando el reporte.
"La Casa Azul está observando con tranquilidad la situación y está lista para responder con fuerza contra cualquier provocación adicional", dijo una portavoz a Reuters.
Corea del Norte y Corea del Sur suelen intercambiar amenazas y decenas de soldados han muerto en enfrentamientos, sin embargo, ambas partes siempre se han detenido antes de una guerra abierta. Analistas esperan que esta crisis eventualmente se resuelva.
No obstante, las tensiones representan un golpe a los esfuerzos del presidente surcoreano, Park Geun-hye, por mejorar las relaciones con su vecino del norte, que han estado virtualmente congeladas desde el letal hundimiento de un buque de guerra surcoreano en el 2010. Corea del Norte niega haber estado involucrada en el hecho.