SANÁ/DUBÁI (Reuters) - El veterano expresidente yemení Ali Abdullah Saleh murió en un tiroteo el lunes, tras cambiar de bando en la guerra civil abandonando a sus aliados hutíes -respaldados por Irán- y pasarse a la coalición liderada por Arabia Saudita, dijeron enemigos y seguidores.
Fuentes de la milicia hutí dijeron que sus combatientes detuvieron el vehículo blindado de Saleh con un proyectil RPG a las afueras de la capital Saná y después le dispararon. Fuentes en el partido del expresidente confirmaron su muerte en un ataque contra su convoy.
Imágenes no verificadas de su cuerpo ensangrentado siendo transportado en una manta circularon por las redes sociales pocos días después de romper su alianza con los hutíes, tras casi tres años en los que combatieron juntos a la coalición liderada por Arabia Saudita que intervino en Yemen para intentar reinstaurar al gobierno internacionalmente reconocido.
En un discurso televisado el lunes en el que no hizo mención a la muerte de Saleh, el líder hutí Abdul Malik al-Houthi felicitó al pueblo yemení por lo que describió como una victoria frente a una “conspiración traidora” instigada por sus enemigos árabes del Golfo Pérsico.
Saleh, de 75 años, había dicho en un discurso el sábado que estaba listo para una “nueva página” en las relaciones con la coalición y llamó “milicia golpista” a los hutíes, que lo acusaron de traición.
La guerra entre los exaliados azotó durante días a la densamente poblada Saná, después de que los combatientes hutíes se hicieron con el control de la mayor parte de la capital e hicieron estallar el lunes la casa de Saleh, mientras los aviones de la coalición bombardeaban sus posiciones.
Se especulaba que el fin de su alianza podría hacer cambiar la suerte del conflicto tras dos años de desgaste a lo largo de unas líneas de frente bastante estáticas, que dieron ventajas a la coalición liderada por Arabia Saudita por sobre los hutíes.
El estancamiento en Yemen contribuyó a generar una catástrofe humanitaria, ya que un bloqueo encabezado por Riad y luchas internas empujaron a millones de personas al borde de la hambruna y aceleraron la propagación de epidemias mortales. Reuters