RIO DE JANEIRO (Reuters) - Los brasileños votaban el domingo en un reñido balotaje que enfrenta a la presidenta izquierdista, que tiene un fuerte apoyo entre los pobres, contra un senador de centro que promete reavivar una economía estancada a través de políticas amistosas con el sector privado.
Las encuestas le dan una leve ventaja a la incumbente Dilma Rousseff, que busca un segundo mandato de cuatro años. Su Partido de los Trabajadores (PT) ha estado en el poder por 12 años, durante los cuales ha aprovechado un auge económico para expandir los programas sociales y sacar a más de 40 millones de brasileños de la pobreza.
Pero muchos votantes creen que Aécio Neves, un ex gobernador con un fuerte apoyo entre la clase media alta y entre los brasileños de más recursos, ofrece un cambio para la mayor economía de Latinoamérica. Una década de crecimiento llegó a su punto máximo del 7,5 por ciento en el 2010 y se ha desacelerado desde que Rousseff asumió el cargo.
La campaña presidencial más competitiva de Brasil en décadas es también la más enconada en la memoria reciente, ya que ha estado dominada por el fuego cruzado y constantes acusaciones de corrupción.
El balotaje parece una elección entre dos bandos: los que sienten que están en una mejor situación después de más de una década de Gobierno del Partido de los Trabajadores y los que creen Brasil se ha quedado atascado en un bache.
"La gente ha tenido suficiente (...) por eso estamos en busca de otros partidos y otras soluciones para nuestro país", dijo Marcelo Fernandes de Araujo, un banquero de Río de Janeiro de 45 años que votó por Neves.
Los comicios se desarrollaban sin problemas en las urnas electrónicas de tres zonas horarias, que van desde los remotos pueblos amazónicos al distrito financiero de Sao Paulo.
Emitir un voto es obligatorio para todas las personas entre 18 y 70 años en un país donde más de 140 millones de personas están registradas para sufragar.
Rousseff, de 66 años, votó temprano en la sureña ciudad de Porto Alegre, donde vivió y se hizo conocida en la burocracia estatal en la década de 1990. La mandataria se ha comprometido a profundizar los emblemáticos programas de bienestar y tratar de restaurar el crecimiento con un nuevo equipo económico.
Neves, de 54 años, promete mantener los beneficios sociales y adoptar más medidas fiscales amistosas con los mercados para controlar el gasto público, tomar una actitud más firme contra la inflación y darle al banco central más autonomía para establecer la política monetaria.
Acompañado de su esposa, una ex modelo, Neves emitió su voto en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, donde gobernó con altos índices de aprobación a pesar de aplicar duras medidas de austeridad económica para borrar el déficit estadual.
Las dos opciones llevan a Brasil de nuevo a un choque de clases en un país aún azotado por la desigualdad. Y vuelve a la larga rivalidad entre el Partido de los Trabajadores, con raíces en el movimiento laboral brasileño, y el Partido de la Social Democracia Brasileña, que tuvo el poder por dos términos antes de que Luiz Inácio Lula da Silva, el mentor de Rousseff y su predecesor, fuera electo en el 2002.
Dos encuestas seguidas muy de cerca en Brasil mostraron en la víspera del balotaje a Rousseff liderando con una ventaja de hasta 6 puntos porcentuales. Sin embargo, más temprano ese mismo día, un sondeo de una encuestadora más pequeña dio vencedor a Neves, que había sorprendido en la primera ronda este mes avanzando desde un lejano tercer lugar hasta el segundo.
ECONOMÍA EXHAUSTA
Si el voto sólo fuera sobre la economía, a Rousseff se le haría difícil ganar.
Después de que la demanda por los vastos recursos naturales de Brasil se enfrió en los últimos años, su administración no ha logrado revivir el crecimiento. Eso ha comprometido a un modelo de gobierno que dependía de los crecientes ingresos impositivos para alimentar programas sociales y para inyectar crédito subsidiado a través de la banca de desarrollo.
La economía, que cayó en una recesión en la primera mitad del año, ha crecido menos del 2 por ciento anual bajo la administración de Rousseff. La inversión se ha rezagado y la inflación está justo por arriba del nivel de tolerancia oficial del Gobierno de 6,5 por ciento.
Aunque el desempleo se mantiene en mínimos históricos, los economistas ven poco brillo en el horizonte.
"Sin importar quien gane, el modelo económico en Brasil está agotado y necesita un cambio real para crecer de nuevo", dijo Luis Otavio Leal, un economista en Banco ABC Brasil en Sao Paulo.
Mientras tanto, los persistentes escándalos de corrupción han desatado las críticas de muchos contra el partido gobernante, al que acusan de mirar para otro lado cuando se trata del saqueo de las arcas públicas.
Una investigación en curso sobre sobornos de contratistas en el gigante estatal de petróleo Petrobras ha dañado la reputación de administradora eficiente que tiene Rousseff porque alguna vez presidió el directorio de la empresa y como presidenta designa a ejecutivos senior.
En un debate televisado contra Rousseff el viernes, Neves dijo que los brasileños podían acabar con la corrupción con una sola medida: "Sacar al Partido del Trabajo del gobierno".
De todos modos, es probable que su reclamo caiga en oídos sordos entre muchos de los que representan casi el 40 por ciento del electorado, que están convencidos que el Partido de los Trabajadores los ha ayudado a tener vidas más prósperas.
"Ningún otro partido va a trabajar en nombre de la gente como nosotros", dijo Sergio Calazans, un vendedor de frutas de 42 años en el barrio pobre Pavão-Pavãozinho. "Seguro que hay errores, pero ¿quién no comete errores?".