Un fuerte descontento se hizo notar en Brisbane, a donde arribaron los jefes de Estado que participan en la cumbre del G20. Las normas de seguridad no tienen precedentes, y hay intentos por controlar el debate público.
El centro de la ciudad de Brisbane está cerrado, helicópteros sobrevuelan la capital del estado de Queensland. Alrededor de 6.000 policías de toda Australia y del extranjero participan en el mayor operativo de seguridad del país en tiempos de paz.
También las empresas de Brisbane están preocupadas. Poco antes de la cumbre de las 20 mayores economías del mundo, que tiene lugar este fin de semana, han abandonado el distrito financiero en el corazón de la ciudad. Algunos incluso temen consecuencias políticas, ya que la línea aérea de Brisbane, “Brisbane Airport Corporation”, prohibió una valla publicitaria sobre el cambio climático, causando revuelo a nivel mundial.
El mensaje es demasiado político, asegura Rachel Crowley, directora de comunicación de la compañía aérea, en entrevista con DW. La publicidad muestra a un vinicultor que, el año pasado, en un solo día, sufrió pérdidas por 25.000 dólares (unos 17.500 euros), después de perder su cosecha a causa de la sequía extrema.