Notimex. La Habana, 21 de marzo, 2016. Sin las banderas en calles y avenidas, características de las recepciones oficiales, ni con contingentes llevados ex profeso, Barack Obama llegó en una tarde lluviosa a lo que no hace mucho tiempo se autodefinía como la cuna del antiimperialismo, y con su presencia y oferta de amistad, inició una visita histórica y un nuevo ánimo en la relación Cuba-Estados Unidos.
En bares y restaurantes de La Habana Vieja, gente que miraba el arribo de Obama en la televisión prorrumpió en aplausos cuando el mandatario de origen afroamericano apareció en la puerta del Air Force One, para luego pisar suelo cubano acompañado de su esposa Michelle, quien lució un vestido amplio, blanco, con estampados de varios colores, que arrancó aplausos y comentarios de aprobación de los televidentes.
Raúl Castro, homólogo de Obama, no estuvo en la recepción en el aeropuerto, lo que algunos, entre ellos Donald Trump, consideraron como un gesto de descortesía, aunque el protocolo para estas ocasiones no obliga al mandatario cubano a atender personalmente este tipo de eventos.
En este entorno de conciliación, no pasó desapercibido el incidente en que fueron detenidas momentáneamente varias integrantes del grupo disidente “Damas de blanco”, que desde hace años reclaman mayores libertades y respeto a los derechos humanos en esta isla del Caribe.
A pesar de la lluvia y este tipo de incidentes, Obama hizo un breve recorrido por La Habana Vieja y se entrevistó con el cardenal cubano, Jaime Ortega, máxima autoridad religiosa, en un país donde hace tiempo ya hay pocos creyentes.
De este modo transcurrieron las primeras horas de Obama en Cuba, donde estará hasta el martes próximo, sin que hasta el momento se haya anunciado ninguna reunión con el máximo líder de la revolución cubana, Fidel Castro, quien dejó el poder a su hermano Raúl, quien concluirá su periodo presidencial en un año, ya sin posibilidad formal de reelección.
Obama, quien también dejará la Casa Blanca en el 2017, es el primer presidente que visita Cuba en 90 años y sobre todo el que ha aligerado el choque ideológico-político y económico con este país, que en la década de los 60 del siglo pasado prestó su territorio para la presunta instalación y eventual lanzamiento de cohetes nucleares de la desaparecida Unión Soviética, con lo que se agudizó la llamada “guerra fría” y se dio lugar a la frustrada invasión de Bahía de Cochinos, impulsada por Estados Unidos a territorio cubano.
En esa línea histórica, Obama promueve el acercamiento con Cuba y en agosto del año pasado convino en la reapertura de las respectivas embajadas, con lo cual la bandera de las barras y las estrellas volvió a ondear en La Habana y la de Cuba en Washington, un hecho impensable hace no mucho tiempo.
A pesar de la oposición de la mayoría del Partido Republicano en el Congreso, el primer presidente negro en la historia de Estados Unidos se ha manifestado partidario del levantamiento del embargo económico a Cuba, bajo el argumento de que lo procedente es incorporar a Cuba a los flujos de comercio e inversión a nivel global, en lugar de mantenerla aislada.
En esta tarea, Obama, al igual que Raúl Castro, enfrenta una carrera contra el tiempo, que luce corto para vencer profundas diferencias y que en mucho dependerá de sus posibles sucesores en el poder: Hillary Clinton o Donald Trump, en caso de Estados Unidos y uno más de la familia Castro, o bien una figura diferente emergida del aún gobernante Partido Comunista, en lo que se refiere a Cuba.