DECATUR, Georgia, EE.UU. (AP) -- Durante una hora estuvieron hombro con hombro, los que apoyaron a Hillary Clinton y los que votaron a Donald Trump, rezando en una ceremonia que buscaba reconciliación tras las elecciones.
"Tenemos que descubrir cómo vivir juntos. Y no sólo vivir juntos, sino ser uno", dijo la reverenda Jenna Faith Strizak, recordando las dolorosas etiquetas y divisiones de la campaña que acababa de terminar.
Eso podría requerir un milagro: Reunir a los entusiasmados por el ascenso de Trump a presidente electo con los que lo ven como la encarnación de los peores instintos del país y una amenaza para su futuro. Mientras Clinton prometía su apoyo al ganador de las elecciones el miércoles, otros protestaban en las calles, quemaban banderas e insistían en que Trump no los representaba.
"Es descorazonador", dijo Byron Beck, escritor de Portland, Oregon, que apoyó a Clinton. Aunque criticó duramente a Trump, presentó la situación como un dilema para todos los estadounidenses. "Hemos perdido nuestro rumbo, y no sé cómo se verá el botón de reinicio, pero sé que trabajaré por ello o me iré del país".
Trump tendió la mano a rivales como Beck en su discurso de victoria, diciendo que se debe a Clinton "una gran deuda de gratitud" y ofreciendo una apasionada llamada a ambas partes para que se unan bajo su liderazgo: "Ahora es el momento de que Estados Unidos cierre las heridas de la división... A todos los republicanos y demócratas e independientes de toda esta nación, les digo que es hora de que nos unamos como un pueblo unido".
Sin embargo, el país seguía dividido en si esa visión idílica es posible. Los sondeos de salida mostraron sólo descontento con cómo funciona el gobierno, sino también una indignación clara entre muchos de los que vieron esperanza en Trump.
"La acritud bien podría empeorar", señaló Robert Boatright, profesor de la Universidad de Clark y director de investigación en el Instituto Nacional de Discurso Civil. "Probablemente lo haga".
Para los partidarios de Clinton los detalles sobre cómo seguir adelante parecían una preocupación secundaria, en un segundo plano tras la conmoción y tristeza que muchos seguían sintiendo por el resultado.
Eli Romero, de 47 años, se preguntaba en Denver cómo había ganado un hombre al que ella consideraba "un circo", señalando que las elecciones la habían convencido de mudarse a México. En Naperville, Illinois, Carol Anthony, de 68 años, dijo sentirse como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago. En Hagerstown, Maryland, Sebiila Odin se preguntaba cómo iba a ser factible la unidad.
"Sabe, toda esta charla sobre curación, eso es un problema también porque nunca nos hemos curado", dijo Odin, que es negra, en alusión a las relaciones entre razas.
La victoria de Trump dejó al descubierto divisiones abiertas durante décadas, si no desde la fundación del país. La política tóxica ha degenerado en un odio de las bases al otro bando. "Es imposible pensar que habrá una luna de miel tras toda la bajeza y los insultos", dijo Robert Schmuhl, profesor de la Universidad de Notre Dame.
Aun así, en pequeños gestos en todo el país, algunos prometieron tender un puente entre ambas partes.
John Barnes, un jubilado de 60 años en Albuquerque, New Mexico, que votó por Trump, prometió dejar atrás su ira contra un vecino que apoyó a Clinton, de la que temía que pudiera destruir la Constitución.
Jennifer Farley, de 38 años, cocinera y autora de libros de cocina en Bethesda, Maryland, y que había bromeado sobre que se ahogaría si ganaba Trump, dijo que estaba considerando organizar cenas con personas de diferentes ideologías en las que cada uno aportara algo, para buscar unidad a través del poder reparador de la comida. Y Tane Danger, un independiente de 31 años de Minneapolis, tenía previsto ofrecer una serie de espectáculos de comedia improvisada en barrios divididos para intentar reunir a gente de diversos orígenes en la misma sala para compartir unas risas.
"Esperemos que eso nos lleve un poco más cerca de ayudar a comprender y poder trabajar juntos", dijo.
En Richlands, Virginia, cuando Linda Crawford habló de su apoyo a Clinton en Facebook durante la campaña, dijo haberse encontrado con una oleada de condenas y ataques personales. Pero hace una semana dijo haberse sentido aliviada tras encontrar a muchas de esas personas en un funeral y descubrir que podían abrazarse y consolarse pese a sus diferencias.
"La gente todavía se quiere y todavía es buena con los demás", dijo esta maestra retirada de 66 años. "Esto pasará, las elecciones pasarán, y nuestro país sanará y seguirá adelante".
El servicio ecuménico del día de elecciones en la primera iglesia metodista unida de Decatur reunió a asistentes de 13 iglesias diferentes. Los pastores hablaron sobre unidad y el suelo vibró cuando sonó "America the Beautiful" en el órgano. Demócratas y republicanos se sentaron en los mismos bancos, llevando pegatinas de votante con la forma de melocotones de Georgia, y dejaron atrás la avalancha de noticias.
"Hablemos de lo que va a ocurrir y de cómo podemos ayudar al país", dijo Gary Brinker, un vendedor de 56 años que votó a Trump. "Vamos a tener que trabajar juntos".
Aquellos que apoyaron a Clinton y otros candidatos expresaron sentimientos similares, expresando una voluntad de ver más allá de sus diferencias y la esperanza de que la gente pudiera trabajar junta. Enoch Bang, estudiante de derecho de 23 años que votó a Clinton, dijo que el tono de la campaña le había llevado a escapar del conteo electoral a la quietud de la oración.
"Tenemos que vivir mañana como un país, como un pueblo", dijo Bang, hijo de inmigrantes surcoreanos. "Eso es por lo que quiero rezar". News from The Associated Press