Washington, 29 jul (EFE).- El nuevo director de comunicaciones, Anthony Scaramucci, ha sacudido en tan solo una semana la siempre convulsa Casa Blanca de Donald Trump, más alejada que nunca del aparato republicano tras la caída del portavoz presidencial Sean Spicer y el jefe de gabinete Reince Priebus.
Priebus había logrado durante meses bloquear la llegada a la Casa Blanca del arrollador Scaramucci, un financiero de Wall Street con un estilo atrevido del gusto de Trump y sin experiencia en estrategias de comunicación política.
Pero su mermada influencia en el Despacho Oval y la facilidad con la que Trump cambia de opinión sobre sus asesores hicieron que el pasado viernes Scaramucci no solo entrara en la Casa Blanca sino que lo hiciera en el puesto al que aspiraba Spicer, un protegido de Priebus con el que había trabajado en el Comité Nacional Republicano (RNC).
Spicer, que junto a Priebus había tratado por todos los medios de que el agresivo financiero no llegara al ala oeste, renunció a su cargo ese mismo día.
Su caída anunciaba la de su protector, Priebus, el hombre que esta semana estuvo en todas las quinielas de posibles despedidos de Trump, junto al fiscal general, Jeff Sessions, que parece haberse librado por el momento.
La rivalidad entre Priebus y Scaramucci no tardó en pasar de secreto a voces a evidencia flagrante: siete días que darían para escribir casi una temporada entera de una serie de intrigas políticas.
Scaramucci se la tenía guardada a Priebus desde hacía meses, consiente de que el estratega republicano fue el motivo por el que Trump no concretó su intención de incorporarle a su equipo desde el principio de su Gobierno.
Una vez ambos en el ala oeste, la tensión se volvió insostenible, según han comentado a los medios estadounidenses durante esta semana varias fuentes de dentro de la Casa Blanca.
Scaramucci aireó de inmediato sus recelos sobre Priebus de manera nada profesional y se mostró, como hace Trump desde el principio de su mandato, obsesionado con las filtraciones a la prensa y con encontrar a los responsables.
En una conversación con un periodista de la revista The New Yorker que supera cualquier guión de ficción imaginable, el financiero dio rienda suelta a su frustración con las filtraciones y con Priebus cayendo en vulgaridades que trató de justificar después como "lenguaje colorido".
No sólo acusó a Priebus de ser la fuente de las filtraciones y de querer hacerle daño deliberadamente con informaciones sobre sus finanzas, sino que llegó a asegurar que el republicano "es un puto paranoico esquizofrénico".
En su desahogo también aseguró que al jefe de gabinete le quedaba poco para dimitir, algo que ocurrió este jueves, según explicó el propio Priebus ayer en CNN tras conocerse la noticia de que dejaba la Casa Blanca.
Según han indicado fuentes de la Casa Blanca a algunos medios, Trump ya había comunicado hace dos semanas a Priebus que pensaba reemplazarlo, algo que precipitó la llegada de Scaramucci y la guerra abierta entre ambos.
Desde el anuncio de su nombramiento, quedó claro que Scaramucci reportaría directamente al presidente, sin pasar por Priebus, como habría sido lo normal en cualquier otro Gobierno.
Sin embargo, en la Casa Blanca de Trump nada es como solía ser en otras administraciones anteriores, demócratas o republicanas.
Su estilo agresivo, que desdeña normas y jerarquías, se impone cada vez más en una Casa Blanca en la que ahora tienen todo el poder figuras ajenas al aparato del Partido Republicano.
Sin Priebus ni Spicer, el círculo más cercano a Trump en la Casa Blanca está compuesto por su populista estratega jefe, Steve Bannon, el matrimonio formado por su hija Ivanka Trump y Jared Kusher, el principal asesor económico, el exbanquero Gary Cohn, y el recién llegado Scaramucci.
El financiero de Wall Street parece gozar por el momento de la confianza de Trump, pero si algo ha quedado claro en este medio año de seísmos políticos constantes es que el presidente es muy voluble en sus afectos cuando no se trata de su familia cercana. EFE USA