Los dos temas más importantes fueron la lucha contra el terrorismo de Estado Islámico y la rápida propagación de la epidemia de ébola. Ambas cuestiones estuvieron muy presentes durante la semana de reuniones y la Asamblea General de Naciones Unidas se convirtió, por lo tanto, en una especie de gabinete de crisis.
Pero no se habló sobre la idoneidad de la ONU como mediador de la crisis. La más pujante iniciativa para combatir estas amenazas proviene de Obama, no de un organismo de la propia institución internacional, por lo que la Asamblea General adquirió un cariz más estadounidense que nunca.
La decisión tomada por Obama en la víspera del encuentro de atacar Siria por aire, dando así un nuevo paso en la lucha contra el terrorismo, fue una estrategia inteligente. Desde antes de iniciar su discurso, el presidente ya había dejado su impronta en la Asamblea y propiciado una dinámica favorable a ampliar la coalición contra Estado Islámico. Al final de la semana, no solo cuenta con el apoyo de Gran Bretaña, sino de varios pequeños estados europeos, como Bélgica y Dinamarca.
Frente al peligro
Más importante que esta nueva alianza de combatientes, resulta el hecho de que el clima político ha cambiado. La comunidad internacional es consciente del reto que supone combatir juntos un terrorismo que presenta un grado de violencia sin precedentes. Muchos de los países árabes que hasta ahora se mantenían en segundo plano, se han posicionado con claridad. E incluso Rusia estuvo de acuerdo con la resolución propuesta por Obama contra los occidentales que combaten en las filas de Estado Islámico en Siria e Irak.
En este contexto, no fue fácil para el ministro de Exteriores alemán, Franz-Walter Steinmeier, hacerse oír. Sobre todo, porque no cumplió las tácitas expectativas del Gobierno de Obama de que Alemania participara en los ataques aéreos en Cercano Oriente. Para el Gobierno de Merkel, dar armas a los kurdos en Irak ya es un gran paso. Pero eso es de puertas para adentro. Para los aliados, en cambio, vender armas es cosa de rutina. En vista de la ininterrumpida campaña militar de Estado Islámico y de los cientos de miles de kurdos que han debido huir hacia Turquía, la contribución de Alemania ha sido como una gota en el océano.
Conferencia sobre refugiados en Berlín
Finalmente, Steinmeier se las arregló para captar la atención del resto de países, anunciando la celebración de una conferencia internacional sobre refugiados en Berlín. De esta manera, Alemania toma la iniciativa en algo, poniendo sobre la mesa su carta más poderosa: su competencia en materia de ayuda humanitaria. También se demanda esta competencia en la lucha contra el ébola. Pero también en este ámbito son los estadounidenses quienes juegan el papel más relevante, desde que Obama envió unas 3.000 personas, entre militares y personal médico, a los países africanos afectados por la epidemia.
La crisis en Ucrania se trasladó estos día a Nueva York. Esto tiene que ver con el frágil alto el fuego en la zona, que ha contribuido a aliviar la situación. Por otra parte, es cierto que Steinmeier aprovechó el podio de la ONU para abordar frontalmente a Rusia. Con meridiana claridad acusó a aquel país de violar la ley. Lavrov, su homólogo ruso, se tomó después la revancha, acusando a Occidente de violar la soberanía de Siria con sus ataques aéreos y de volver a las formas arrogantes de la Guerra Fría.
La buena noticia es que Rusia y Occidente reman en la misma dirección en lo que se refiere a los dos conflictos centrales. Además de la lucha contra Estado Islámico, está la cuestión nuclear de Irán. En ese sentido, las posiciones de ambos frentes se han endurecido, al contrario que al inicio de las negociaciones, cuando el entonces recientemente elegido presidente, Rohani, sorprendió a Occidente con seductoras palabras.
En aquel momento, Nueva York fue el punto de partida de un acuerdo de transición que aligeró las sanciones económicas impuestas a Irán. La dinámica de la Asamblea de la ONU no se ha vuelto a repetir este año en lo referente a esta cuestión. El muy profesional Steinmeier se equivocaba al pensar que las dos partes estaban más cerca que nunca de llegar a un acuerdo. Es cierto que la Asamblea anual de la ONU es una plataforma única para debatir los conflictos internacionales. Es cierto que la gestión de crisis puntuales tiene lugar en otros formatos políticos, lo que nos lleva a la idea de acometer una reforma en la ONU para adecuar la institución a los tiempos actuales. Steinmeier se refirió a ello en su discurso, no sin barrer para casa, ya que en una nueva configuración del Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania lograría su largamente ansiado puesto permanente.
Algo a lo que ninguno de los oradores hizo referencia es que la agenda de la Asamblea General de Naciones Unidas se ocupa casi exclusivamente de la política más acuciante del día a día. Apenas hay tiempo para debates sobre estrategias a largo plazo. Este año, la Cumbre sobre el Clima fue una loable excepción. Pero asuntos urgentes como el crecimiento demográfico, la distribución de recursos y el desarme nuclear no tuvieron lugar en el encuentro.