Corre el verano de 1989. Los alemanes le dan la espalda a la República Democrática Alemana y buscan refugio en las embajadas de Hungría, Polonia y Checoslovaquia en Bonn, así como en las Representación Permanente (RP) de la República Federal de Alemania, en Berlín Oriental.
Primero son unos pocos; luego cientos, y, al final, miles lo que intentan de ese modo llegar a la República Federal de Alemania, algo totalmente legítimo de acuerdo con la Constitución de Alemania occidental, ya que son, de hecho, alemanes. En Hungría gobiernan los socialistas reformadores, y el país está ante la quiebra económica. El gobierno de Budapest cambia de rumbo, con la consecuencia de que la frontera austro-húngara se vigila a medias.
Embajada de Praga, 1989.
El 11 de septiembre, decenas de miles de ciudadanos de la RDA traspasan la una vez inexpugnable Cortina de Hierro, con la consecuente indignación de Erich Honecker y su gobierno. Tanto para ellos como para el gobierno de Checoslovaquia, las ocupaciones de embajadas son ilegales. Nadie podía prever aún la trascendencia de las Protestas con los Pies, a fines del verano boreal del 89. Pero hubo alguien que dice que sí la presintió: Hans Dietrich Genscher, el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Alemania occidental.
Nueva York, primer acto: 27 de septiembre de 1989
Era la Asamblea Plenaria de las Naciones Unidas en Nueva York, para el ministro de Relaciones Exteriores alemán, una oportunidad ideal para conversar con sus homólogos de la Unión Soviética, la RDA y Checoslovaquia sobre el empeoramiento de la situación en sus embajadas. El 8 de septiembre, 117 ciudadanos de la RDA habían abandonado sus puestos de trabajo en la Representación Permanente en el este de Berlín. No se les prometió que podrían salir pronto de la RDA, sino únicamente que no se los castigaría y que podrían regresar a sus cargos.
Desde ese momento, se cierra la RP, con la consecuencia de que la presión a las embajadas en Varsovia, Budapest y Praga va en aumento. Y la RDA espera del gobierno de Helmut Kohl nada menos que el cierre de las embajadas del lugar para sentar una señal contra fugitivos potenciales. Genscher, responsable de las sedes diplomáticas en el exterior, rechaza categóricamente su cierre y ordena, en lugar de eso, que se acoja a los ciudadanos de la RDA que huyen hacia el oeste y se les brinde alojamiento, alimento y cuidados.
El 27 de septiembre, un miércoles, Genscher está cenando con su homólogo de Berlín Oriental, Oskar Fischer. Le hace dos propuestas: que los funcionarios de la RDA emitan permisos de viaje y que sellen los pasaportes en las embajadas. La variante número dos: que los ciudadanos de la RDA viajen en tren por el territorio de Alemania del Este hacia la República Federal de Alemania. Fischer promete consultarlo con Honecker ese fin de semana. Demasiado tarde, dice Genscher.
28 de septiembre de 1989
Un día más tarde, Genscher y Fischer vuelven a comunicarse, esta vez, por teléfono. En las embajadas, sobre todo en Praga, las condiciones sanitarias se tornan cada vez más difíciles. Fischer promete transmitir las propuestas de Genscher a Berlín Oriental. También el ministro de Relaciones Exteriores checoslovaco, Johanes, recibe la visita de Genscher, pero no se compromete a dar ningún paso.
Por la tarde, Genscher solicita una conversación personal con Eduard Shevardnadze, el ministro de RR. EE. soviético. Se pide a Genscher que viaje a la embajada de la Unión Soviética, pero Genscher no cuenta con un automóvil de servicio, por lo que viaja en un auto de la Policía neoyorquina –con sirena y luces- hasta Shevardnadze. Una vez allí, Genscher le informa sobre la situación caótica en las embajadas. Shevardnadze pregunta: “¿Hay niños también?”. Genscher responde: “Muchos”. “Yo lo ayudo”, es la respuesta del ministro de Exteriores soviético.
Esa misma tarde, Genscher se asegura de contar con el apoyo de los ministros de RR. EE. estadounidense y francés, Baker y Dumas.
29 de septiembre de 1989
Genscher está camino del aeropuerto cuando recibe una llamada de parte del ministro de RR. EE. de la RDA en la que se le dice que, al día siguiente, le llegarán informaciones importantes en la Representación Permanente de la RDA en Bonn. Según el encargado de transmitir el mensaje de Oskar Fischer, “siempre vale la pena hablar con él”.
30 de septiembre de 1989
En la cancillería alemana, en Bonn, Genscher y Rudolf Seiters, el ministro federal del Interior, se enteran de que Berlín Oriental se ha decidido por la segunda variante: el viaje en tren de los que quieren salir de la RDA. Genscher pone como condición que él y Seiters viajen acompañando a los fugitivos. “Los ciudadanos de la RDA no tienen confianza en ustedes”, le dice al representante permanente de Berlín Oriental en Bonn, Horst Neubauer. Poco después, se les concede ese permiso. Poco antes de partir Genscher y Seiters hacia Praga, se les comunica que hubo una contraorden, y que no se les permite viajar. La presión va en aumento.
Palais Lobkovitz, segundo acto
En la embajada alemana en Praga, Genscher vuelve a tomar contacto con Neubauer, pero la negativa continúa. Solo se les permite que viajen dos funcionarios públicos de la RFA en cada tren. A las 18:58, Genscher habla desde el balcón de la embajada y pronuncia la famosa frase que marcó el comienzo de la historia alemana reciente: “Queridos compatriotas, hemos venido a comunicarles que hoy su salida…”. El resto de la frase fue tapado por gritos de júbilo.
A las 19:30 salen las primeras personas del Palacio Lobkovitz. Tres minutos antes, la agencia noticiosa de la RDA, la ADN, emitía un mensaje de ministerio del Exterior de Berlín Oriental en el que éste anunciaba que había dispuesto la salida de las personas que se encontraban “ilegalmente” en las embajadas de la RFA por “razones humanitarias”.
A las 20:50, el primer tren de la RDA parte desde Dresde. En total, salen cuatro trenes más, uno cada dos horas.
Tercer acto: Estación Hof, 1º de octubre, andén 8
Son la 6:14 cuando los primeros 1.200 alemanes del este llegan al andén 8 de la ciudad de Hof, en la frontera entre Baviera y Sajonia, entre ellos muchos niños. Cerca de 6.000 personas llegan este 1º de octubre a Hof, todos ellos sin pasaporte, el cual les fue retirado por las autoridades de la RDA en el tren. Un cortejo de periodistas y grupos de ayuda los esperan. Varios miles de ciudadanos de la RDA habían “votado con los pies” y seis meses después caía el Muro de Berlín. Para Hans Dietrich Genscher, “las horas en la embajada alemana en Praga fueron las más conmovedoras de mi vida. Se nos puso a todos la piel de gallina”.