Sin haber terminado un drama amenaza ya el siguiente. El primer ministro David Cameron quiere presentar sus exigencias para modificar las relaciones británicas con la UE. ¿Será el inicio de un “brexit”?
“Se trata de un cambio de rumbo”, anunció David Cameron antes de la cumbre de Bruselas. Esta vez no se trata de Grecia, ni de los refugiados, sino de que esta noche quiere exponer sus condiciones para que Gran Bretaña permanezca en la Unión Europea (UE).
Exigencias de Cameron
Pero, ¿qué quiere Cameron? Es difícil decirlo. Si concreta mucho, los antieuropeístas de su partido y el Partido Independentista (UKIP) le echarán en cara la lista de exigencias por no haberlas expuesto todas. Si no es lo suficientemente concreto, será difícil llegar a un compromiso con el resto de europeos. Lo único claro es el calendario: los jefes de Gobierno de la UE tendrán hasta diciembre para ocuparse de las exigencias británicas y antes de navidad se deberían mostrar los primeros resultados.
Con este calendario, el primer ministro podrá convocar un referéndum por la permanencia en otoño de 2016. Hacerlo en 2017 no sería muy conveniente, puesto que Alemania y Francia estarían en elecciones, un mal momento para hacer concesiones a Gran Bretaña. Además, sería el turno británico para ocupar la presidencia de la UE y sería difícil declarar su salida a mitad de mandato.
¿Cuántas reformas?
En cuanto a política real, para Cameron el tema más importante es frenar la inmigración. Pero tanto la canciller alemana como el presidente francés mostraron su rechazo a limitar la libre circulación. Ahora, el primer ministro británico busca una forma de limitar la entrada de trabajadores de la UE según su capacitación profesional, todo un ejercicio de equilibrio jurídico.
Por otra parte, más fácil sería cumplir sus deseos de reformar las prestaciones sociales. En esta materia, el derecho nacional permite salvedades y Cameron cuenta incluso con apoyo de gobiernos como Dinamarca. Otra petición sería una cláusula, según la cual, la City, el centro financiero de Londres, quedaría a salvo de la injerencia de la unión. También aquí podría ganar acuerdos con el apoyo de algunos países que no están en el euro. Además, Angela Merkel seguro que aprobaría concesiones dirigidas a mejorar el mercado interno o para tratados comerciales como el TTIP. Pero lo más difícil será el retorno de competencias desde Bruselas a Londres, una cuestión de autonomía para los euroescépticos sobre la que todavía habrá que esperar a las peticiones concretas.
Problema de política interior
Por otra parte, se trata también de un símbolo político. El Gobierno británico quiere liberarse de una UE cada vez más unida. Para esto, se podría firmar un protocolo adicional según el cual cada país decidiría en qué medida pertenecer o no.
En este marco descrito hay muchos tipos de compromisos imaginables que Cameron podría vender como éxitos. Sin embargo, será difícil que algo cambie hasta octubre de 2016. “Algo así duraría años”, aclaraba Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo. Sobre todo, porque algunos ya mostraron su rechazo a esta “Europa a la carta”. Además, Schulz mencionó otro dilema político de Cameron: “Si se dirige con su mensaje proeuropeísta a los conservadores de la Cámara de los Comunes, nunca podrá satisfacerlos. Pero si elige dirigirse a la población, la propuesta podría funcionar”. Visto así, el problema de Cameron estaría en su partido, haciendo frente a un bloque antieuropeo lo suficientemente grande. Una situación similar a la de su colega griego Alexis Tsipras, con la diferencia de que el “brexit” preocupa mucho más que el “grexit”.