Brasilia, 31 de julio, 2016 (Reuters). El Senado de Brasil removió el miércoles de la presidencia a Dilma Rousseff por violar leyes presupuestarias, en la culminación de un juicio político que ha polarizado a un país sacudido por los escándalos de corrupción.
Con 61 votos a favor y 20 en contra, el Senado puso fin a 13 años de gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) en la mayor economía de América Latina.
La decisión del Senado, que declara culpable a Rousseff, habilita al conservador Michel Temer a terminar el mandato de Rousseff, que finalizaba en 2018. El político de centroderecha, que ejercía la presidencia interina desde que Rousseff fue suspendida en mayo, recibirá la investidura en el Senado a las 1900 GMT.
Bajo la ley brasileña, un presidente destituido no puede ejercer cargos públicos ni en universidades estatales durante ocho años, pero el Senado decidió que Rousseff no quedara inhabilitada.
En otra votación, 42 senadores estuvieron a favor de permitir que Rousseff mantenga sus derechos políticos, 36 se manifestaron en contra y tres se abstuvieron.
La primera presidenta mujer de Brasil negó insistentemente los cargos y denunció el juicio como un golpe de Estado que pretende proteger los intereses de la elite económica y deshacer los programas sociales que sacaron de la pobreza a millones de brasileños.
En cambio, sus rivales destacaron la necesidad de dejar atrás una larga crisis política, acompañada por la peor recesión económica en generaciones y un enorme escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras.
"Hoy dimos vuelta una página importante en la historia de nuestro país", dijo Aecio Neves, líder del partido de centroderecha PSDB y quien perdió la elección presidencial en 2014 contra Rousseff.
"Brasil se ha dado una nueva oportunidad para mirar al futuro y construir y tener una agenda de reformas en línea con la crisis económica".
El abogado de Rousseff dijo que presentará una apelación contra la decisión del Senado.
Automovilistas hicieron sonar las bocinas en Brasilia celebrando la destitución de Rousseff, cuya popularidad se había desplomado tras ganar la reelección en 2014. En Sao Paulo, la mayor ciudad del país, hubo fuegos artificiales tras la votación del Senado.
Una economía en apuros
Temer se ha comprometido a impulsar una economía que acumula seis trimestres consecutivos de contracción y a poner en práctica medidas de austeridad para tapar un déficit presupuestario récord, que costó a Brasil la calificación de grado de inversión el año pasado.
El miércoles, el Gobierno dijo que el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo un 0,6 por ciento en el segundo trimestre, colocando a la economía en camino a su mayor y más dura recesión en más de un siglo.
Pese a todo, las expectativas de que el estancamiento político pueda acabar pronto tras la salida de Rousseff ayudaron a impulsar la inversión, que se expandió en el segundo trimestre por vez primera en tres años.
Es altamente probable que Temer enfrente una dura oposición política del PT, que prometió tomar las calles en protesta contra la destitución de Rousseff. También hay señales claras de resistencia en el Congreso a sus propuestas de recortar el gasto público y reformar el sistema de pensiones.
En la región, Venezuela congeló sus relaciones con Brasil tras la destitución de Rousseff. Bolivia había anunciado el martes que llamaría a consultas a su embajador.
El real y la Bolsa de Sao Paulo aceleraron sus alzas tras la decisión del Senado, pese a que la mayoría de los operadores daba por descontado el resultado.
Analistas dijeron ahora los inversores esperarán que Temer cumpla con sus promesas de reformas fiscales.
"Lo que cambia ahora, con Temer confirmado, es que se incrementará la presión para que cumpla", dijo Newton Rose, economista jefe de Sulamerica Investimentos.