Como nuevo presidente, Trump representa los intereses de los propios Estados Unidos por encima de viejas alianzas. Para unir a un país dividido, invoca un peligroso nacionalismo, advierte Ines Pohl desde Washington.
Donald Trump es Donald Trump. Quienes esperaban que el hombre de negocios de Nueva York cambiara su tono agresivo una vez juramentado como presidente de los Estados Unidos han resultado duramente decepcionados. El primer discurso del 45º presidente de los Estados Unidos no deja lugar a dudas: Trump no piensa ni remotamente acallar su afilada lengua como ocupante del hasta ahora cargo político más importante del mundo.
Al contrario, repitió las promesas de su ácida campaña electoral. Promete, mediante el aislamiento en las políticas económica y de defensa, recuperar la antigua grandeza del país. Asegura que él, el multimillonario, con su gabinete de multimillonarios, va a hacer el país más justo. Pretende mejorar la educación y proporcionar puestos de trabajo seguros para todos, poniendo fin a la influencia de potencias extranjeras. En su Administración, los Estados Unidos sólo se deberán ocupar del bienestar inmediato del propio país.
Donald Trump es Donald Trump. Quienes esperaban que el hombre de negocios de Nueva York cambiara su tono agresivo una vez juramentado como presidente de los Estados Unidos han resultado duramente decepcionados. El primer discurso del 45º presidente de los Estados Unidos no deja lugar a dudas: Trump no piensa ni remotamente acallar su afilada lengua como ocupante del hasta ahora cargo político más importante del mundo. Al contrario, repitió las promesas de su ácida campaña electoral. Promete, mediante el aislamiento en las políticas económica y de defensa, recuperar la antigua grandeza del país. Asegura que él, el multimillonario, con su gabinete de multimillonarios, va a hacer el país más justo. Pretende mejorar la educación y proporcionar puestos de trabajo seguros para todos, poniendo fin a la influencia de potencias extranjeras. En su Administración, los Estados Unidos sólo se deberán ocupar del bienestar inmediato del propio país.
Con ello tiende muchas trampas, principalmente para los estadounidenses liberales y abiertos a los que les gustaría un país muy diferente al que él propone y al que quieren ver integrado en el mundo libre, por el que se debe abogar y luchar.
Excluidos de la prosperidad
Aunque, al final, un 54 por ciento de los estadounidenses querían otro presidente y sólo el obsoleto sistema electoral permitió que ganara el candidato que tenía tres millones de votos menos, las preocupaciones y necesidades de muchos de sus seguidores son totalmente reales. Y sería un arrogante y fatal error ignorar sus duras condiciones de vida. Es una vergüenza que tantas personas vivan en la pobreza sin esperanza en uno de los países más ricos del mundo. Que tantos niños carezcan de posibilidades desde su primer día de vida por nacer en la familia equivocada y en un sistema educativo que sobre todo promociona a los privilegiados. Que tanta gente dependiente, simplemente, se sienta abandonada.
Hay multitud de comprensibles razones por las que los seguidores de Trump hace tiempo que perdieron la fe en la élite política.
Un fenómeno como el de Donald Trump sólo puede darse, seguro, en Estados Unidos. Que la arrogancia y la ignorancia del poder abra las puertas al nacionalismo más peligroso, sin embargo, no está, desde luego, exclusivamente limitado a los Estados Unidos de América. DW.COM