OSAKA, Japón (AP) — Para muchos es un paria internacional, pero no es lo que uno pensaría al ver la fastuosa ceremonia de esta semana con la que recibieron al príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman en la cumbre G20.
Lucía muy sonriente parado al centro entre el presidente estadounidense Donald Trump y el premier japonés Shinzo Abe para una foto grupal el viernes. Intercambió una sonrisa pícara al sentarse junto al presidente ruso Vladimir Putin. Posó con el presidente sudcoreano Moon Jae-in y un grupo de niños ondeando banderas antes de una ceremonia previa para firmar acuerdos por un valor de 8.000 millones de dólares.
Aunque se multiplican las críticas en su contra _la ONU pidió una investigación por su supuesta participación en el asesinato de un reconocido periodista y un número cada vez mayor de estadounidenses cuestionan el apoyo de Washington a su reinado y su participación en la guerra de Yemen_ algunos líderes en Osaka hicieron grandes esfuerzos para asegurar que el príncipe se sintiera cómodo.
Conforme el príncipe _ sin duda uno de los líderes más altos, impactante con su túnica larga hasta los tobillos_ caminaba de reunión en reunión o deambulaba con los otros líderes antes de las ceremonias planeadas de la cumbre, parecía totalmente cómodo, con frecuencia exhibiendo una gran sonrisa e intercambiando elogios.
En ocasiones, parecía que Trump, quien desde hace mucho se niega a desafiar a líderes autoritarios por abusos a los derechos humanos, parecía hacer hasta lo imposible para guiar al príncipe Mohammed.
El presidente de Estados Unidos considera que una cercana relación con Arabia Saudí es un reaseguro para la estrategia de Washington contra Irán. Trump ha hecho a un lado el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, que según él ya se ha investigado. La promesa saudí de gastar miles de millones de dólares en equipo militar estadounidense, dice Trump, “significa algo para mí”. G20