Un sentimiento de desamparo que se vive más intensamente en lugares como Vincennes, donde la toma de rehenes en un supermercado kóser llevó la violencia por unas horas a la puerta de su casa.
“No estamos seguros, dice una mujer del barrio, porque ahora sales y ya nos sabes si volverás a casa. Esto te asusta mucho”.
“Lo que ha pasado es una tragedia. Pero si nos levantamos, si volvemos a nuestra vida normal, esta gente no nos destruirá”, aseguraba otro vecino.
Lo mismo en Dammartin-en-Goël, donde los dos responsables de la matanza de Charlie Hebdo se atrincheraron en una imprenta y forzaron a muchos habitantes a quedarse en sus casas, colegios, institutos y puestos de trabajo.
En la sede del semanario satírico se acumulan las flores de homenaje a las 12 personas fallecidas en el ataque, dibujantes y policías, la víspera de las grandes manifestaciones que, el domingo, se espera que llenen las calles de la capital y de decenas de ciudades francesas.