QAYYARA, Irak (Reuters) - La piel de las piernas, los brazos y el cuello de Doaa, de cinco años, está ennegrecida y dura incluso semanas después del ataque. Ella aún tiene mucho dolor y trata de no tocar nada ni moverse demasiado.
Doaa estaba jugando en el patio cuando un cohete lanzado por el grupo insurgente Estado Islámico cayó y explotó en el jardín vecino, emitiendo un gas tóxico, según su padre Abdallah Sultan y otros residentes.
Cerca de un mes después de la explosión, en al aire flota aún un fuerte olor a quemado que molesta en la nariz. El muro adyacente está negro y todas las plantas en un terreno cercano han muerto. Parte del proyectil, que las familias evitan tocar, sigue en el suelo. El resto fue retirado por trabajadores de rescate.
"No sabemos qué sustancia había en la ojiva. Lo único que sabemos es que llenó de ampollas a Doaa en todo su cuerpo y que no ha mejorado", dijo Sultan, de 33 años.
La pequeña fue víctima de lo que parece haber sido el cuarto ataque con armas químicas lanzado por Estado Islámico durante septiembre y octubre contra civiles en la localidad de , en el norte de Irak. Trabajadores de agencias humanitarias ya han documentado al menos tres más.
Naciones Unidas asegura que Estado Islámico está almacenando amoníaco y sulfuro en zonas civiles y teme que intente lanzar más ataques químicos mientras las fuerzas iraquíes -respaldadas por el poderío aéreo estadounidense- combaten a los yihadistas en Mosul, su último gran bastión en Irak.
El grupo extremista ya mostró con anterioridad su voluntad de usar sustancias tóxicas y atacar repetidas veces a civiles, castigando a la población en zonas bajo su control mientras se retiraba hacia Mosul.
Los ataques en Qayyara, a unos 50 kilómetros al sur de Mosul, ocurrieron justo antes del comienzo de la actual ofensiva del 17 de octubre. Qayyara fue recapturada de manos de Estado Islámico en agosto, pero los militantes siguieron en la zona hasta el mes pasado.
En septiembre cayó otro proyectil con químicos en una casa a la vuelta de la esquina de donde Doaa sufrió el impacto, hundiéndose en el jardín. Las víctimas y testigos dijeron que la sustancia usada en ese y el resto de ataques fue gas mostaza.
Sirhan Awwad, un veinteañero que resultó herido al intentar ayudar a sacar el cohete, tuvo que recibir tratamiento en Bagdad, porque los trabajadores de la clínica local le dijeron que no podían atender ese tipo de quemaduras.
"Me fui a la cama esa noche y mis brazos se pusieron rojos pocas horas después. Al día siguiente me empezaron a salir ampollas", afirmó, protegido con una mascarilla quirúrgica en el lugar en que cayó el proyectil. La piel de sus brazos sigue cubierta de ampollas.
"NO FUE UN ATAQUE NORMAL"
El hermano de Awwad grabó los momentos inmediatamente posteriores. Mostró imágenes de su portátil en las que se veía la cola del cohete sobresaliendo de la tierra y un charco de agua procedente de una tubería dañada. El agua tenía color amarillento y estaba burbujeando.
La policía se llevó el proyectil y rellenó el socavón con tierra. Las plantas y árboles en el terreno estaban chamuscados y muertos.
Awwad dijo que los médicos en Bagdad aseguraron que sus síntomas eran consistentes con los de las personas expuestas al gas mostaza.
Human Rights Watch reportó el viernes ese ataque y otros dos usos de armas químicas por parte de Estado Islámico en Qayyara. La organización humanitaria con sede en Nueva York citó a expertos que aseguraron que el gas mostaza podría haber sido el agente químico utilizado.
Estado Islámico incendió también una planta de sulfuro a las afueras de la localidad mientras se retiraba el mes pasado durante los combates contra las fuerzas iraquíes, dijeron funcionarios estadounidenses, y cientos de personas fueron tratadas por problemas respiratorios.
La portavoz de la oficina de Derechos Humanos de la ONU, Ravina Shamdasani, afirmó el viernes que hay informes de personas muriendo por los efectos de los gases tóxicos tras ese incidente. Mundo | Reuters