DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos (AP) — El hombre que pronto podría suceder al rey de Arabia Saudí está trazando un rumbo nuevo y más moderno para un país tan conservador que durante décadas no tuvo conciertos ni proyecciones de cine, y donde las mujeres que intentaban conducir eran detenidas.
Desde que fue catapultado al poder con apoyo de su padre, el rey, el príncipe heredero ha presionado para impulsar cambios que podrían abrir una nueva era para uno de los aliados más importantes de Estados Unidos y alejar al reino del dogma y las restricciones ultraconservadoras.
El heredero ha reintroducido los conciertos y el cine y se cree que está detrás de la decisión del rey de permitir que las mujeres conduzcan a partir del año que viene.
Por ahora, la oposición a los cambios ha sido discreta, aunque algunos críticos del príncipe han sido detenidos. Cuando se hicieron aperturas sociales en el reino hace cuatro décadas, extremistas suníes opuestos a la monarquía sitiaron La Meca, la ciudad más sagrada del islam.
Los proyectos del príncipe Mohammed están afectando a la vieja alianza entre el gobierno saudí y el clero en favor de sincronizarse con un capitalismo más cosmopolita y global que atrae a inversionistas internacionales y quizá incluso a turistas no musulmanes.
El príncipe ha acaparado titulares en los últimos días por su promesa de regresar a un “islam moderado”. También sugirió que la generación de su padre ha llevado al país por una senda problemática y que es hora de “librarse de eso”.
En su amplio plan “Vision 2030” para liberar a Arabia Saudí de su casi total dependencia de los petrodólares, el príncipe Mohammed describió su idea de “un país tolerante con el islam como su constitución y la moderación como su método”.
El príncipe Mohammed, o MBS, como se le conoce popularmente, aprovechó esta semana una aparición poco habitual en el escenario de una importante conferencia de inversionistas en la capital, Riad, para transmitir su mensaje a un público global.
“Solo queremos volver a lo que éramos: un islam moderado que está abierto al mundo, abierto a todas las religiones”, dijo en el ornamentado gran salón del hotel Ritz-Carlton. “No desperdiciaremos 30 años de nuestras vidas tratando con ideas extremistas. Las destruiremos hoy”.
Sus declaraciones fueron recibidas con aplausos y un artículo de portada en el diario británico The Guardian. En declaraciones ampliadas al periódico, el príncipe de 32 años dijo que los sucesivos monarcas saudíes “no supieron cómo lidiar” con la revolución iraní de 1979 que puso en el poder a una cúpula de religiosos chiíes que aún sigue al timón.
Ese mismo año, los gobernantes saudíes sufrieron un golpe devastador: extremistas suníes asediaron la ciudad más sagrada de los musulmanes durante 15 días. El ataque fue obra de milicianos opuestos a las aperturas sociales que se estaban adoptando, y que consideraban esos gestos como occidentales y antiislámicos.
Los extremistas suníes han empleado la visión intolerante que propaga la ideología conocida como wahabismo para justificar la violencia contra otros.
La gobernante familia Al Saud respondió a los acontecimientos de 1979 dando poder a los ultraconservadores saudíes. Para frenar el atractivo internacional de la revolución chií iraní, el gobierno respaldó esfuerzos para exportar la ideología wahabí en el extranjero. Esta interpretación ultraconservadora del islam ha dominado la vida en Arabia Saudí desde su fundación hace 85 años.
Para ganarse a un considerable sector conservador en el país, se cerraron los cines, se prohibió la aparición de mujeres en la televisión estatal y se reforzó la policía religiosa.
Ahora están cambiando muchas cosas, conforme el príncipe heredero consolida más poder y se prepara para heredar el trono.
Hay planes de construir un parque de diversiones Six Flags y un complejo turístico semiautónomo en el Mar Rojo donde probablemente no se aplicarían las estrictas normas de vestuario para las mujeres. Las mujeres tienen más acceso al deporte, se ha limitado el poder de la antes temida policía religiosa y se están eliminando restricciones sobre la segregación por sexo.
A diferencia de monarcas saudíes previos como el rey Abdulá, que apoyó aperturas graduales y prudentes, el príncipe Mohammed se está moviendo deprisa.
Más de la mitad de los 20 millones de ciudadanos de Arabia Saudí tienen menos de 25 años, lo que implica que millones de jóvenes de saudíes entrarán en la fuerza de trabajo en la próxima década. El gobierno trabaja contrarreloj para intentar crear más empleos y evitar las penurias que provocaron alzamientos populares en otros países árabes, donde el desempleo es rampante y los ciudadanos tienen poca influencia en el gobierno.
El príncipe tiene que buscar soluciones ahora para los problemas que heredaría como monarca.
“Lo que está haciendo MBS es un requisito imprescindible para cualquier clase de reforma económica. La reforma económica necesita una nueva ética protestante, en cierto modo, una nueva clase de islam”, dijo Maamoun Fandy, director del London Global Strategy Institute.
Esta nueva versión saudí del “islam moderado” puede entenderse como una compatible con reformas económicas. No cierra tiendas a la hora de las plegarias ni exilia a las mujeres de la vida pública, explicó Fandy.
En otras palabras, las reformas económicas saudíes en Arabia Saudí requieren reformas sociales para tener éxito.
Palabras clave como “reforma”, “transparencia” y “responsabilidades”, todas utilizadas por el príncipe en su promoción de Vision 2030, no implican, sin embargo, que Arabia Saudí avance hacia un mayor progresismo, democracia, pluralismo o libertad de expresión.
El gobierno no da licencias a templos no musulmanes y limita los de sus ciudadanos musulmanes chiíes.
El príncipe tampoco ha mencionado las preocupaciones sobre derechos humanos. De hecho, docenas de personas que se percibió estaban criticando al príncipe fueron detenidas como advertencia a otros que osaran alzar la voz.
Se cree que algunos de esos detenidos eran críticos con sus medidas de política exterior, que incluyen cortar lazos con Catar, aumentar la tensión con Irán y supervisar ataques aéreos en Yemen, en los que han muerto decenas de civiles y que han provocado duras críticas de grupos de derechos y algunas en Washington.
Entre tanto, el príncipe Mohammed enfrenta a un público saudí que sigue siendo conservador en materia religiosa. Eso supone que todavía necesita apoyo público de los clérigos más importantes del país para mostrar sus reformas como islámicas y admisibles a nivel religioso.
Estos religiosos, muchos de los cuales han hablado en el pasado en contra de que las mujeres trabajen y conduzcan, parecen poco dispuestos o incapaces de criticar de forma pública las medidas. En esta monarquía absolutista, el rey tiene la última palabra en la mayoría de asuntos y el público ha demostrado recibir bien los cambios. AP