Atenas, 25 ene (EFE).- La Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM) se llama a partir de ahora República de Macedonia del Norte o simplemente Macedonia del Norte.
El Parlamento griego ha ratificado este viernes por mayoría absoluta el denominado Acuerdo de Prespa firmado en junio del año pasado entre los Gobiernos de Skopje y Atenas y ha cerrado así un litigio que ha durado más de un cuarto de siglo.
A pesar de la fuerte controversia que ha suscitado el acuerdo en el espectro político y de que el izquierdista Alexis Tsipras gobierna ahora en minoría, 153 diputados -dos más que la mayoría absoluta- han respaldado el cambio del nombre.
Tsipras hizo en su intervención una nueva defensa del acuerdo que, dijo, constituye el punto de partida de una nueva era de estabilidad y progreso en los Balcanes.
Acusó a la oposición de no respaldar el Acuerdo de Prespa por intereses partidistas y por no apoyar nada que venga del partido gubernamental Syriza, y no tanto por estar en contra del compromiso en sí.
Lo que en el extranjero se bautizó inmediatamente después de su firma como un acuerdo "histórico", en Grecia ha levantado muchas ampollas y ha desencadenado un terremoto político.
Además de costarle a Tsipras la ruptura de la coalición con su socio nacionalista, los Griegos Independientes, ha provocado la fractura del centro político, que hace tan solo un año había formado una alianza de partidos.
Bien sea por no querer apoyar un proyecto que lleva el sello de Tsipras en un año electoral como este, o bien sea por sentimientos nacionalistas, los conservadores, comunistas, socialdemócratas, centristas y neonazis no han querido respaldar el acuerdo.
Mientras el Parlamento estaba enzarzado en un ácido debate, en la calle miles de personas se volvían a concentrar este jueves para expresar su rechazo a lo que consideran una traición a Grecia.
Tras la manifestación del pasado domingo, que reunió a unas 60.000 personas, muchas menos de lo esperado por los organizadores, la misma coordinadora nacionalista que organizó esa protesta, así como el partido comunista, volvieron a convocar nuevas concentraciones en distintos puntos de Atenas.
Muchos griegos (un 62 % según las últimas encuestas) son contrarios a que el país vecino pueda incluir en su nombre el calificativo de Macedonia, que ven exclusivo de la región septentrional de Grecia, ni siquiera con la precisión de "Norte" que tantas décadas ha costado negociar.
En los últimos meses Tsipras ha intentado convencerles de que el nuevo término de Macedonia del Norte, que deberá ser usado obligatoriamente en todo el mundo, supone una conquista para Grecia, pues más que 130 países habían reconocido a la antigua república yugoslava por su nombre constitucional, República de Macedonia.
Ahora todos estos países que hablaban simplemente de Macedonia deberán usar el nuevo término con el complemento geográfico, ha recalcado Tsipras.
Sin embargo, los argumentos no han calado ni entre la ciudadanía nacionalista ni entre la mayor parte de la oposición, que considera que haber aceptado que el gentilicio y el idioma sean el "macedonio" constituye una cesión de soberanía nacional.
El texto del acuerdo matiza, sin embargo, que en el caso del gentilicio, el término "macedonio" debe entenderse exclusivamente como un concepto de ciudadanía y no de etnicidad. Respecto al idioma precisa que forma parte de la familia de las lenguas eslavas del sur, para no dejar lugar a malinterpretaciones.
En Macedonia del Norte el acuerdo también se topó con una fuerte resistencia, a pesar de que abre las puertas del país al ingreso en la OTAN y a negociaciones de adhesión con la Unión Europea. Muchos ciudadanos no aceptan abandonar lo que hasta ahora era el nombre constitucional.
Por otro lado, el acuerdo entierra definitivamente el reconocimiento de la minoría macedonia que todavía existe en Grecia (algo más de 5.000 personas), que todo Gobierno griego ha rechazado categóricamente reconocer.
En la provincia griega de Macedonia vivía hasta el final de la guerra civil griega (1946-1949) una numerosa comunidad macedonia, sometida a su asimilación forzosa desde 1925.
Tras la derrota de los comunistas en la guerra, la mayor parte de esta minoría se exilió en la Macedonia yugoslava, y el Gobierno griego de Andreas Papandreu no permitió el regreso de decenas de miles de personas porque habían adquirido la nacionalidad yugoslava.
Goto: El primer ministro griego Alexis Tsipras ayer en el Parlamento. EFE