La Unión Europea es criticada a menudo por su falta de unidad y su incapacidad para resolver problemas, pero en la crisis de Ucrania, Francia y Alemania hicieron lo posible por corregir esa imagen.
Agotados, escépticos, pero también bastante satisfechos, los participantes de la maratón de negociaciones en Minsk recibieron el reconocimiento de sus colegas europeos al llegar de vuelta a Bruselas. La canciller alemana, Angela Merkel, visiblemente cansada, a juzgar por sus ojeras, evaluó el acuerdo con reservas. Ella y el presidente francés, François Hollande, se refirieron a que hay solo una luz de esperanza para la paz en el este de Ucrania. Dadas las circunstancias, los mandatarios no pudieron lograr más que eso, pero con sus esfuerzos demostraron que la Unión Europea es capaz de manejar las situaciones de crisis de manera adecuada.
En este caso, eso fue posible porque participaron solo dos grandes estados miembros que, a pesar de las diferencias que los separan, están unidos por su historia en común. Merkel y Hollande son lo suficientemente conscientes como para dejar de lado las disputas en torno al déficit fiscal y a las medidas de austeridad, porque era mucho más importante tratar de convencer al presidente ruso, Vladimir Putin, de hacer todo lo posible para poner fin a la violencia. En la crisis de Ucrania quedó demostrado una vez más que cuando Francia y Alemania se unen, los resultados siempre son positivos, a pesar de que ese resultado ahora ya no esté en manos de los negociadores. De todos modos, esta misión europea se destacó por una paciencia y un tesón casi sin límites y fue, en principio, más exitosa que la amenaza de EE. UU. de enviar armamento y su retórica marcial.
Unidad, la clave en la política con respecto a Ucrania
El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, elogió también, a pesar de su temor a que continúen los combates, la unidad de criterio de la Unión Europea. Pero, en realidad, esa unidad no existe. La política hacia Ucrania en un campo minado, y países como Austria o Hungría tiemblan cuando se habla de ampliar las sanciones contra Rusia. Francia perdió 500 mil millones de euros porque no pudo vender un barco de guerra a Rusia debido a las sanciones. Y también la economía alemana sufrió pérdidas en sus negocios con los rusos. Los campesinos polacos recibieron indemnizaciones por su cosecha de manzanas, que tampoco pudieron ser vendidas a Rusia. Por esas y otras razones, en los últimos tiempos la UE vivió varios cimbronazos y, sin embargo, esos países pudieron mantener su acuerdo. En otro casos, eso no fue así. En lo que respecta al conflicto en Siria, los europeos volvieron a fracasar de manera lamentable, al igual que EE.UU. Ambos esperaron a que el otro tomara la decisión y, al final, nadie actuó. El ascenso de la organización terrorista Estado Islámico y la amenaza surgida de ese vacío de poder, demostraron a los líderes europeos a través de los atentados de París de manera brutal que solo unidos será posible derrotar a los islamistas.
En cuanto a Gran Bretaña, es una lástima que se haya desplazado a los márgenes de la política europea a causa de la postura del primer ministro, David Cameron. Londres se despidió completamente de la política exterior a pesar de que los británicos, junto con los franceses, son los que más experiencia tienen en Cercano y Medio Oriente. Pero la enemistad hacia la Unión Europea que es típica de los conservadores llevó a que Gran Bretaña solo pueda mirar de lejos los sucesos en Bruselas, a excepción de sus observaciones acerca del euro y de Grecia, donde vuelve a tomar la palabra. A propósito de Atenas, la aparente calma durará solo hasta el próximo encuentro de los ministros de Finanzas, el lunes. Tal vez entonces, un pequeño país vuelva a poner sus intereses por sobre los intereses comunes de todos los europeos.
por Barbara Wesel