SAO PAULO (Reuters) - La popularidad de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se desplomó en casi la mitad desde su reciente reelección, ya que un grave escándalo de corrupción en el Gobierno, una desaceleración económica y un alza de los precios de la electricidad, la gasolina y los pasajes de autobús han hecho sentirse engañados a los votantes.
El sondeo de Datafolha a 4.000 personas y dado a conocer el sábado mostró que los que califican el desempeño de Rousseff como "excelente o bueno" cayó al 23 por ciento desde el 42 por ciento de diciembre, justo después de lograr su segundo mandato en una apretada elección.
Durante el mismo período, el porcentaje de personas que la calificó como una presidenta "mala o terrible" subió de 24 a 44 por ciento. Esta fue la primera vez desde que Rousseff asumió el cargo en 2011 que recibió más valoraciones negativas que positivas.
El resto de los encuestados, el 33 por ciento, evaluó al Gobierno de Rousseff como mediocre, lo que no constituyó cambios desde diciembre.
Rousseff prometió durante la campaña el año pasado que no tendría que elevar drásticamente los precios de los servicios públicos o recortar el gasto público, pero desde su reelección en octubre ha hecho ambas cosas, tratando de recuperar la confianza de los inversores para reactivar la mayor economía de América Latina.
Se espera que la economía brasileña se contraiga en los primeros meses del año.
El 60 por ciento de los encuestados dijo que durante la campaña Rousseff mintió más que decir la verdad.
En tanto, el 77 por ciento de los encuestados dijo que creía que la mandataria sabía acerca de la corrupción en Petrobras, la petrolera estatal cuyo directorio encabezó entre 2003 y 2010.
Rousseff ha negado cualquier conocimiento del sistema de corrupción, que según investigadores desvió miles de millones de dólares desde la firma.
El empeoramiento de la imagen de Rousseff fue transversal en los distintos grupos etarios, pero los sectores socioeconómicos más pobres, los que más se han beneficiado de las políticas de Rousseff y de su antecesor Lula, expresaron una menor desaprobación hacia la presidenta que los grupos de ingresos más altos.