Desde su histórico apretón de manos en la ONU, en septiembre de 2013, aprendieron a conocerse y al cabo de medio centenar de reuniones ya sólo se llaman por sus nombres de pila, John y Javad. Pero aunque la cordialidad sea patente y hayan llegado a bromear en ocasiones, su relación sigue siendo esencialmente profesional.
No en vano, sus respectivos países cortaron relaciones diplomáticas hace 35 años y siguen estando enfrentados en numerosas cuestiones clave, entre otras, el apoyo de Teherán a grupos considerados terroristas por Washington en Oriente Medio.
En todo caso, Zarif conoce en profundidad los resortes políticos estadounidenses: estudió en Estados Unidos y posteriormente trabajó allí durante muchos años como diplomático en Naciones Unidas, siendo embajador de su país ante la ONU entre 2002 y 2007. Una ventaja innegable en esas arduas negociaciones.
"Tiene la capacidad de vender políticas que son problemáticas desde el punto de vista norteamericano de tal forma que las convierte en convincentes y atrayentes", subraya la analista Suzanne Maloney, de la Brookins Institution. Sin embargo, "es un error creer que es más estadounidense que iraní", advierte. Pese a un doctorado en derecho internacional en Estados Unidos, Zarif es "un puro producto de la República Islámica, y no es por azar que ha logrado ascender a una posición de tan alto nivel en un momento tan crucial", recuerda Maloney, que considera al iraní "brillante".
Pese a un regreso por todo lo alto gracias a la elección de Rohani en 2013, su "diplomacia de la sonrisa" sigue siendo desaprobada por los 'halcones' de su país, que lo acusan de haber hecho demasiadas concesiones a Occidente y le reprochan incluso haber paseado por las calles de Viena junto a Kerry.
Zarif es además uno de los pocos responsables iraníes con una cuenta oficial en inglés en Twitter, algo en principio prohibido en Irán. Tampoco ha dudado en utilizar Youtube para mandar mensajes a Occidente.
Del lado estadounidense, Kerry es sin duda el diplomático que más contacto ha tenido con los iraníes, a excepción de la subsecretaria de Estado Wendy Sherman.
Desde 2012, Kerry forma parte de los diplomáticos que negociaron, con el mayor secretismo en Omán, la posibilidad de abrir negociaciones sobre el programa nuclear de Teherán.
Ambos hombres tienen un punto en común: ambos son profundamente creyentes. El católico Kerry y el chií Zarif han acudido puntualmente a la iglesia y a la mezquita, respectivamente, entre reunión y reunión en Viena. A Zarif le gusta recordar que él solo teme a una 'potencia' en el universo: Alá.
Pese a la cortesía exhibida, los encuentros no siempre han sido tranquilos en el palacio vienés donde tienen lugar las negociaciones, y sus muros han temblado en más de una ocasión durante los encuentros cara a cara. Eso sí, sin poner el diálogo en peligro.
El desafío es demasiado importante y el acuerdo sellado entre los "dos antiguos adversarios es un triunfo, a la vez personal y profesional", afirma Maloney.
Para Kerry, de 71 años, este éxito supondría la culminación de su carrera, marcada por su derrota en las elecciones presidenciales de 2004 frente a George Bush y el fracaso del acuerdo de paz palestino-israelí, sobre el cual había apostado mucho.
Para Zarif, 16 años más joven, se trataría de un gran trofeo que sumar a una vitrina en la que aún queda espacio para más galardones.