domingo, 1 de marzo de 2020

Acuerdo EEUU-Talibán no es garantía de paz

KABUL (AP) — Más de 18 años después que la invasión estadounidense derrocó el régimen del Talibán en Afganistán, Washington firmó el sábado un acuerdo con los insurgentes para poner fin a una guerra costosa y retirar las fuerzas. Sin embargo, dista de estar claro qué clase de país dejará la ocupación extranjera.

El acuerdo abre el camino para las primeras negociaciones de los milicianos con el gobierno afgano, que es frágil y depende del respaldo de Estados Unidos y otras potencias. El problema estará en los detalles cuando los combatientes talibanes y los caudillos afganos se disputen el poder. Los afganos, y en particular los activistas por los derechos de las mujeres, temen por los escasos avances realizados desde la caída del Talibán.

¿En qué consiste y cuáles son los próximos pasos cruciales?

OPORTUNIDADES PERDIDAS

El expresidente afgano Hamid Karzai dice que el conflicto pudo haber sido frenado hace años. En el 2010, un alto funcionario del Talibán, el mulá Abdul Ghani Baradar, le hizo saber al entonces presidente Karzai que el grupo estaba listo para hablar de paz. Pero Washington se negó a negociar con los islamistas, dijo Karzai más adelante a la Associated Press. En lugar de ello, la CIA y fuerzas antiterroristas de Pakistán arrestaron a Baradar en una operación conjunta.


Baradar, quien fue excarcelado en Pakistán en 2018 y es ahora el principal negociador del Talibán, preparó el actual acuerdo de paz junto con el enviado estadounidense Zalmay Khalilzad.

Estados Unidos inició conversaciones secretas con el Talibán en el 2013, primero a través de intermediarios. En septiembre del 2018, el presidente Donald Trump nombró a Khalilzad para que negociase directamente con el Talibán, que había instalado una oficina política en Qatar. Pero los combates continuaron, incluso mientras las dos partes se acercaban a un acuerdo. En enero, el Talibán propuso un cese del fuego temporal, que llevó eventualmente a la firma del sábado.
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ESTADOS UNIDOS Y EL TALIBÁN, ¿ALIADOS?

El acuerdo prevé la retirada de los soldados estadounidenses y de la OTAN de Afganistán, pero no estaba claro si una fuerza antiterrorista estadounidense más pequeña quedará en el país para combatir al Estado Islámico.

El Estado Islámico es un enemigo tanto de Washington como el Talibán y Estados Unidos quiere que el Talibán ayude en esa pelea. Eso tiene precedentes. En los ochenta, la CIA financió a milicias islámicas afganas en una insurgencia contra la ocupación soviética. Muchos de esos milicianos formaron más adelante el Talibán.


Bajo el acuerdo, el Talibán tiene que garantizar que las áreas que controla _ aproximadamente la mitad del país _ no son usadas por grupos extremistas para atacar a Estados Unidos y sus aliados. Pero observadores expresan escepticismo de que el Talibán pueda romper sus profundos lazos con grupos como al-Qaida.

El acuerdo de paz incluye además negociaciones entre los afganos a ambos lados del conflicto sobre el futuro del país y un cese del fuego permanente. Sin embargo, el Talibán se ha negado hasta ahora a negociar con el gobierno de Kabul, al que considera un títere de Washington, aunque ha participado en conversaciones con afganos prominentes, incluyendo Karzai. El acuerdo prevé la presencia de representantes del gobierno en la mesa de negociaciones, pero solamente como ciudadanos afganos comunes.
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DEFINIR UN AFGHANISTÁN ISLÁMICO

Las conversaciones previstas entre las partes afganas casi seguramente serán más arduas y complicadas que las negociaciones EEUU-Talibán. Todas las partes concuerdan en que el país deberá ser gobernado de acuerdo con “principios islámicos”, pero casi todo lo demás _ incluyendo su nombre, la República o el Emirato de Afganistán _ estaría en debate.

Una pegunta importante es cómo las mujeres afganas retendrían los derechos ganados tras la caída del Talibán, una vez los islamistas regresen a la política nacional. El Talibán dice que aceptaría el derecho a las mujeres a la educación y a trabajar fuera de sus hogares. Pero la milicia, junto con muchos miembros del gobierno en Kabul, quiere que los derechos de las mujeres se correspondan con lo que llaman principios islámicos, una definición que no ha sido precisada.

Enmendar o reescribir la constitución es una posibilidad, pero eso abriría las puertas a otros asuntos, tales como la libertad de expresión. Los diferentes grupos religiosos y etnias en Afganistán se han disputado el control. La minoría chií casi seguramente querrá garantías de que la protección constitucional a todas las sectas seguirá en vigor.
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EL DÍA DESPUÉS DE LA PAZ

Incluso si ambas partes consiguen acuerdos sobre todos esos asuntos, Afganistán pudiera no estar listo para el día tras la paz. Miles de combatientes del Talibán, además de milicianos fuertemente armados leales a los diferentes caudillos afganos que han ganado poder en sus 18 años de alianza con Occidente, pudieran no querer deponer las armas ni respetar el acuerdo.

Tras la caída del Talibán en el 2001, caudillos poderosos y funcionarios corruptos que deseaban venganza forzaron a miles de talibanes a huir a las montañas y tomar las armas de nuevo.

Los afganos temen además un brote de violencia entre caudillos rivales que pudiera sumir el país nuevamente en el caos como sucedió a inicios de los noventa, cuando los choques entre diversos grupos causaron decenas de miles de muertes, principalmente de civiles.
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LOS ARQUiTECTOS DEL ACUERDO

Khalilzad, un afgano-estadounidense que fue uno de los primeros funcionarios de Estados Unidos en Kabul tras la caída del Talibán en el 2001, fue representante especial del presidente George W. Bush en Afganistán. Estuvo a cargo de implementar el llamado acuerdo de Bonn que dividió Afganistán entre los caudillos que habían controlado el país entre 1992 y 1996, durante la brutal guerra civil. Más tarde fue embajador en Kabul.

El equipo del Talibán fue encabezado por Baradar, cofundador del grupo, y otros líderes del Talibán, incluyendo algunos que se habían pasado tiempo detenidos en la base estadounidense en Guantánamo. Entre ellos estaban el mulá Norullah Nori, un exgobernador de dos provincias del norte de Afganistán que fue acusado de ordenar la masacre de miles de chiíes, y Khairullah Khairkhwa, un exgobernador de la provincia de Herat y aliado cercano del fundador del Talibán, mulá Mohammed Omar. También en el equipo estaba un alto líder de la temida red Haqqani, Anas Haqqani, quien fue excarcelado en Kabul el año pasado a cambio de un estadounidense y un profesor australiano secuestrados en el 2016. Un exministro de salud del talibán, el mulá Abbas Stanikzai, fue considerado una voz moderada en el equipo. AP

El secretario de Estado de EEUU Mike Pompeo habla durante la firma del acuerdo entre Estados Unidos y el Talibán en Doha, Qatar, sábado 29 de febrero de 2020. El acuerdo inicia un proceso de paz en Afganistán que culminaría con el retiro de las fuerzas estadounidenses en 14 meses. (AP Foto/Hussein Sayed)