WASHINGTON (AP) — Algunos reciben solidaridad y consuelo. Otros, nada. Hubo quien recibió la promesa de dinero en efectivo.
Los familiares de las personas que murieron durante su servicio militar relataron sus distintas interacciones con el presidente Donald Trump en los difíciles días y semanas después de perder a sus seres queridos.
A pesar de que Trump se jacta de contactar personalmente a todas las familias de los soldados caídos, las entrevistas con los familiares no respaldan dicha declaración. Algunos nunca han escuchado del mandatario, y algunos de los que hablaron con él terminaron más molestos.
The Associated Press contactó a familiares de 21 de las 43 personas que han muerto en servicio militar desde que Trump asumió la presidencia. De los que respondieron la pregunta, familiares de nueve dijeron que han hablado o recibido correspondencia de Trump. Otros nueve dijeron que no.
Varios hablaron de que Trump les ofreció consuelo, pero al menos una llamada terminó por resultar incómoda: Cowanda Jones-Johnson dijo a la AP que Trump le faltó el respeto a su fallecido sobrino, el sargento La David Johnson, cuando se comunicó el martes con la familia. Johnson fue uno de cuatro soldados que murieron en Níger a inicios de este mes.
Chris Baldridge, de Zebulon, Carolina del Norte, dijo a The Washington Post que Trump le prometió 25.000 dólares de su bolsillo durante una conversación sobre la pérdida de su hijo, el sargento Dillon Baldridge, quien murió en Afganistán, pero que nunca recibió el cheque. La Casa Blanca afirmó el miércoles que “ya se envió el cheque”.
Otros se quedaron esperando una llamada que nunca llegó.
Después de que el sargento Jonathon M. Hunter falleciera a causa de un atentado suicida en Afganistán en agosto pasado, se le dijo a la familia que esperaran una llamada de Trump. Nunca pasó. Hunter, de 23 años y originario de Columbus, Indiana, murió luego de 32 días de su primer destacamento desde que se unió al ejército en 2014.
Su padre, Mark hunter, dijo que un oficial de bajas militares le informó a la familia que Trump llamaría y que todos quedaron decepcionados cuando eso no ocurrió.
“Decepcionados de que ni siquiera llamó y me agradeció por el máximo sacrificio de mi hijo”, comentó Hunter. “Eso es lo único que quería escuchar. No tenía que decir nada más. Solo quería oír eso. De él, no del vicepresidente”.
La familia habló con el vicepresidente Mike Pence, quien se crio en la misma localidad del sur de Indiana, durante la ceremonia de regreso de los restos del soldado en la Base de la Fuerza Aérea en Dover, Delaware. Lo mismo pasó con otras familias que perdieron a sus seres queridos en servicio.
Llamar a todos los miembros de una familia no es una tradición presidencial. Los predecesores recientes de Trump han contactado los familiares de soldados caídos por correspondencia o en reuniones privadas. Para los presidentes George W. Bush y Barack Obama, que tuvieron más muertos de guerra durante sus mandatos, las llamadas telefónicas individuales hubieran sido una tarea que les habría consumido mucho tiempo. Sin embargo, esta semana Trump utilizó sus llamadas como muestra de su apoyo al ejército, dejando entrever que ha hecho más para honrar a las familias que sus predecesores.
“Creo que he llamado a cada familia de alguien que haya muerto”, dijo Trump. “Prácticamente a todos”. Dijo que habitúa hacer llamadas telefónicas y enviar cartas.
La portavoz de Trump, Sarah Huckabee Sanders, repitió el miércoles su declaración, al afirmar que el presidente “ha contactado a todas las familias de las que se le han informado a través de la Oficina Militar de la Casa Blanca”. No detalló si dicho contacto se refiere a una llamada telefónica o una carta, y no comentó la razón por la que algunas familias no recibieron ninguna de las dos cosas.
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Davies reportó desde Indianápolis. Los periodistas de Associated Press Claudia Lauer en Dallas, Jonathan Drew en Raleigh, Carolina del Norte, Emily Schmall en Fort Worth, Texas, Russ Bynum en Savannah, Georgia, Chris Carola en Albany, Nueva York, Kristen de Groot en Filadelfia, Jennifer McDermott en Providence, Rhode Island, y Michelle Price en Salt Lake City contribuyeron a este despacho. AP